La semana pasada recogió un vértigo de victorias y derrotas. La selección española de fútbol logró la Eurocopa, al batir a la de Alemania por 1 a 0, Colombia ganó a las FARC por goleada y Nadal y Federer dieron lecciones de cómo se mantiene un duelo físico y mental hasta lograr el triunfo por la ventaja más pequeña posible.
El deporte imita a la vida, o al revés. Hay victorias como la del fútbol español que se desperdiga, salta fronteras, entusiasma contagiosamente, ondea risas y brindis y provoca titulares épicos.
La de Rafael Nadal es tan agotadora, tan sudada minuto a minuto, tan merecida, tan obstinadamente perseguida, que se consigue con alivio y al final, se disimulan unas lágrimas. Además, de propina, los dos competidores dan una lección de elegancia al mostrar cómo se alcanza el triunfo y se acepta la derrota.
La de Colombia frente a las FARC es histórica, revuelve las entrañas, y los recuerdos, los sentimientos, el patriotismo propio y ajeno, alivia el alma, dan ganas de llorar de felicidad, de estallar en carcajadas al ver a los rehenes libres.
Dicen los diarios colombianos que ha sido una liberación de angustia nacional, un baño de autoestima de un país golpeado por décadas. Cualquiera supondría que era una victoria para todos y que sólo las FARC podrían vivir el hecho como una derrota. Pues no, curiosamente, hay quienes escriben y comentan la liberación de Ingrid Betancourt y los otros 14 secuestrados como si les hubiera supuesto...
¡un molestoso fastidio!
IAizpun@diariolibre.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario