Vinicio A. Castilo Semán - 3/16/2009
El ciudadano dominicano que sostenga que, según la Constitución de la República y la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia, los hijos de ilegales haitianos nacidos en nuestro territorio no adquieren la ciudadanía dominicana, es xenófobo, calificativo que según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española significa “odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros.”
Esa absurda y perversa versión de chantaje mediático busca inhibir y avergonzar a quienes ejercen el derecho constitucional de expresar libremente sus ideas acerca de uno de los problemas fundamentales de nuestro país, como lo es el fenómeno de la descomunal inmigración ilegal haitiana (que está adquiriendo ribetes de una verdadera invasión pacífica), y que ya no solo se conforma con ocupar nuestro territorio, sino que procura y reclama, con apoyo internacional y de dominicanos que reciben dólares a través de ONGs, que se les otorgue la ciudadanía dominicana.
Los ideólogos locales de la haitianización del país pretenden reducir el problema migratorio haitiano sobre nuestro territorio a un aspecto natural de índole económico, haciendo comparaciones con lo que ocurre en otras sociedades del mundo en las que se produce un flujo migratorio en busca de mejores oportunidades de vida.
Sin embargo, lo que deliberadamente callan los teóricos de la haitianización es que en ninguno de los países que se citan hay una política de fronteras abiertas, por donde entra todo el que quiera sin mayor dificultad; lo que no dicen estos “teóricos” es que en ninguna experiencia migratoria del mundo, el ilegal puede “comprar” impunemente una cédula como ciudadano del país al que penetra, poniéndose los nombres y apellidos que le plazca.
Lo que no ocurre en ninguna nación civilizada del mundo es que a un ilegal le baste buscar dos testigos que digan que nació en el país donde está, para obtener una declaración de nacimiento tardía como nacional de ese país, como viene ocurriendo con la aplicación de una ley hecha por el senador Francisco Domínguez Brito para hacerse el simpático con Estados Unidos y sus ONGs, escudándose en el noble y loable propósito de dotar de acta de nacimiento a dominicanos que no han sido declarados.
Los que promueven la documentación como nacionales dominicanos de los ciudadanos haitianos ilegales no dicen que, contrario a las experiencias que citan, República Dominicana obtuvo su independencia luchando contra Haití, a cuya población se le ha inculcado desde hace siglos que esta parte de la isla les corresponde y que los dominicanos lo que hemos hecho es usurpar la parte este de la isla hispaniola.
La labor mediática de chantaje de los que promueven la haitianización de nuestro país ha sido tal que, cuando llegan las conmemoraciones patrias de febrero y marzo, los oradores de las actividades oficiales y privadas se cuidan mucho de no mencionar que las gestas libertadoras se libraron frente a los haitianos. Es una especie de tema tabú. Para ser “izquierdista” de “avanzada”, y “a la moda de la sociedad civil”, no se puede hablar mucho de la problemática domínico-haitiana, lo mejor es mirar para otro lado.
Por el contrario, el que osa defender la nacionalidad dominicana de la maquinación de falsificar nuestra identidad nacional es calificado de inmediato como “ultraderechista”, “recalcitrante”, “reaccionario” y “xenófobo”, de forma tal que menos personas puedan pronunciarse públicamente sobre el tema.
Es contra ese chantaje al que la población dominicana tiene que responder y expresarse, sin excesos ni prejuicios, pero con una firme voluntad de defender a su país de los planes de falsificación de su identidad nacional a gran escala, como se pretende hacer otorgándole la ciudadanía dominicana a más de un millón de haitianos ilegales que han sido errónea y deliberadamente calificados como apátridas de origen haitiano por los Estados Unidos de Norteamérica, al través del último informe del Departamento de Estado.
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