viernes, 9 de enero de 2009

Orlando Dice:

Orlando Gil
Listín Diario
Viernes, 9 de enero de 2009.

El caso de los haitianos: un hecho que no debió ocurrir

Entre las primeras noticias del año 2009 estuvo la ocupación de un templo católico por parte de un grupo de haitianos que demandaba quedarse en territorio nacional a pesar de ser indocumentados o ilegales. La primera información dio la impresión de que era un acto de fuerza, pero a medida que se conocieron detalles, la situación fue esclarecida.

Al frente estaba el padre Regino, que es como decir el dueño de la casa, por lo que su consentimiento cambiaba el carácter de la acción. Después, y con poco hablar, abandonaron el local, sin que hubiera que recurrir al Cesfront, que era el propósito oculto de ese asalto. Los haitianos de por sí fueron más razonables que el cura y comprendieron que no mediaba derecho a su favor. Sin embargo, quedó el precedente.

El hecho no debió haber ocurrido, pues –como parte del desorden que rige en la frontera– hay una especie de acuerdo oficioso para que los haitianos que trabajan en la región puedan salir y volver a final y principio de año. ¿Por qué esta vez intentaron colarse muchos que no formaban parte de ese entendido y fueron apañados por el controvertido jesuita? Simplemente se les da el pie y se toman la mano, creyendo que la sacristía –por impulso de su propio sentido de justicia– no tiene que someterse a los rigores de la ley. La forma es nueva, el contenido es viejo…

El precedente.
Hay que suponer lo que hubiera ocurrido si los haitianos se hubiesen resistido y las autoridades actuado con todo el poder de la ley. La acción de fuerza contra hombres, pero sobre todo mujeres y niños, hubiera convertido el lugar en un remedo de la franja de Gaza. No otra cosa se buscaba: que se recogieran imágenes de arbitrariedades que serían leves o graves dependiendo de la circunstancia o de lo que quisieran provocar los activistas reclutados para la ocasión. Dije semanas atrás que se corría el riesgo de que se intentaran demostraciones a lo Rosa Parks, aquella negra que se negó a cederle su asiento a un blanco en el sur profundo de Estados Unidos. Su carácter se impuso y hoy es una heroína de las luchas por las libertades civiles y la igualdad en Norteamérica.

El día que el haitiano, de manera individual o colectiva, se resista a montarse en “la camiona”, la Ley de Migración, con o sin reglamento, dejará de ser importante, pues será sustituida por situaciones de hecho. La ocupación del templo fue un intento que por fallido no deja de ser un antecedente que tendrá efectos en el futuro. Todo es un primer día, y con ese patrocinio, nadie puede apostar al porvenir, pues ahora salieron por las buenas, pero hubo que negociar, y de negociación en negociación se impondrá un resultado permanente…

El apoyo.
El padre Regino habla con la suficiencia que le da sentirse apoyado por los obispos de la región, que aprueban sus majaderías. Incluso, no es nada nuevo, y responde al esquema de poder de la Iglesia que se divide en provincias y cada cual ejerce en la suya de manera absoluta. Lo mismo sucedió con los sacerdotes Christopher Hertley en el Este y Pierre Riquoy en el sur, quienes a pesar de ser extranjeros y ser sembradores de odio entre haitianos y dominicanos, fueron protegidos por sus respectivos obispos, que aplicaban de manera caprichosa el predicamento de “ dar a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César ”.

Las almas de los haitianos son de Dios y la única forma de salvarlas es teniendo claro su estatuto de ciudadano, aun cuando hayan nacido de aquel lado de la Isla. Falta ver es si la autonomía de los obispos y sus subordinados de las parroquias del país les permite actuar al margen de la Pastoral sobre Haití suscrita hace años por la Conferencia del Episcopado Dominicano. Y lo digo porque de seguro que no abogaba por la ocupación de templos para forzar situaciones de hecho. Aunque la Iglesia que no es de la frontera debiera recordar el pasaje en que Jesús le pregunta a Pedro: “¿Me amas? Apacientas mis ovejas…”, y se lo dijo tres veces, de manera que no hubiera dudas de su deseo. Y que sepa, apacentar no es sublevar…

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